Guanajuato, vista desde el cerro de San Miguel, ca. 1783. Archivo General de Indias. Creative Commons

23.MAY.–25.AGO.2024

Esta edición se centra en la dimensión poética del arte y se plantea como un llamado a los diferentes sentidos frente a la centralidad que tiene la vista y su racionalización en occidente. Toma como punto de partida a la montaña: imagen, metáfora, memoria y experiencia corporal que simboliza un camino de descubrimiento para crear relaciones con el mundo. A lo largo del tiempo se han configurado diversas imágenes sobre la montaña, determinadas por las formas de mirarla: del paisajismo a la ilustración científica, de los mitos a la literatura, o de la evocación a la historia oral. Es ella misma una entidad a la que se atribuyen cualidades humanas y mágicas; es también un entramado de tiempos, materialidades y formas de vida. La montaña es una potencia de descubrimiento y encuentro con saberes diversos, cuyo recorrido demanda al cuerpo el aguzamiento de todos los sentidos. Escuchar su voz supone abrirse a experiencias sensoriales diversas y apelar a todo aquello que a menudo no es percibido.

Las líneas curatoriales de La voz de la montaña exploran la corporalidad, la identidad, el territorio y el paisaje, temas que atraviesan las prácticas de los artistas participantes y que dialogan con los lugares que albergan las sedes de esta edición en el estado de Guanajuato. En una territorialidad específica, los límites políticos y geográficos pero también las creencias, resistencias y ritualesorganizan a los cuerpos y condicionan las relaciones con el mundo. Bajo la topografía de sus paisajes, el territorio acumula capas de historias que resuenan al solaparse y chocar unas con otras. En este sentido, pensar desde y con el lugar implica escuchar las historias que fueron contadas cientos de veces, especialmente aquellas que sonaron poco, que nunca fueron escuchadas o que se escuchan a lo lejos.

Las prácticas artísticas convocadas exploran formas de andar los paisajes conocidos, conviven con las tonalidades del entorno, atravesando la montaña no sólo por los caminos andados, sino también por sus entrecruces y otros aún no trazados. Desde sus diferentes modos de existencia, comparten la voluntad de asociarse a formas de sentir y de pensar en resonancia con las epistemologías no occidentales, los feminismos, las pedagogías críticas, el reconocimiento de saberes, lo onírico, lo ritual, la intuición y el deseo. Insisten en una dimensión poética del arte que apuesta por voltear la mirada para desbordar los marcos y ensayar perspectivas. Sus preguntas se transitan desde el cuerpo, señalando la potencia de las identidades en constante transformación, así como las vivencias que conciben al paisaje no como un espacio ajeno, sino como uno del que la humanidad es parte.

La voz de la montaña es un programa integral que se despliega como una gran topografía llena de relieves, incluyendo sus entrañas. Al igual que un territorio en su extensión, al transitarlo nos enfrentamos a distintas alturas que nos permiten mirar las cosas desde puntos de vista y alcances diversos, a caminos que se bifurcan o se cruzan, a claros y sombras en los cuales parar para descansar, a ríos que debemos cruzar.

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