23.09.2025
Paisaje: La naturaleza de las cosas
Paola Santos Coy

Paola Santos Coy. Cortesía de La Bienal de las Américas.
La naturaleza de las cosas
En un salto de más de una década atrás, propongo volver a un paisaje que durante 2010 se convirtió en mi casa temporalmente y que fue el escenario para la primera Bienal de las Américas en Denver, Colorado, a la cual fui invitada como curadora. Pasé más de la mitad del año ahí, con la misión de darle nueva vida a un edificio que hasta ese momento había albergado la biblioteca pública central: la Carnegie Denver Public Library. Construido como parte de un plan de urbanización para un centro cívico alrededor de 1910, el McNichols es uno de esos edificios de estilo neoclásico griego con enormes columnas corintias que para mí siempre se sienten un poco fuera de lugar, fuera de su tiempo. El resto de la arquitectura en la ciudad es una combinación de construcciones muy audaces –como el Museo de Arte de Denver, diseñado por Daniel Libeskind una parte y otra por Gio Ponti– y edificios de ladrillo y metal que son parte de la herencia industrial de la ciudad. Sin embargo, lo que más me sorprendió al llegar fue el contraste del entorno urbano con el imponente paisaje de las Montañas Rocosas en el horizonte.
Muy pronto estas montañas aparecían en mis sueños y el saberlas en el horizonte, estuviesen o no visibles, se convirtió en una sensación: un motor para comenzar a imaginar un proyecto expositivo en conversación con artistas locales, así como con artistas con quienes sentía afinidad y que se encontraban produciendo obras en América Latina, en otros paisajes y horizontes. Así fue como un día, intentando describir mi sentir en ese paisaje, llegué a la palabra infatuación. ¿Es posible sentir infatuación por una montaña… y hacia dónde puede dirigirse… ? Y es aquí que esto me resuena con La Voz de la Montaña de una forma emocional, con su manera de dar espacio a las poéticas de las distintas prácticas para aparecer, pues es desde ahí que empiezan a surgir las preguntas o el material de trabajo, y no sólo desde lo discursivo: el paisaje como escenario – las montañas como fondo – como territorio – la escala – el norte y el sur – el sur y el norte – dos imaginarios.

Cortesía de La Bienal de las Américas.
La Naturaleza de las cosas, como se llamó la exposición, puso especial énfasis en comisionar proyectos a artistas, lo cual implicaba necesariamente viajar para conocer Denver y la sede de la muestra, o bien proyectar para ese lugar a la distancia. De los 24 proyectos que se presentaron, quiero traer al presente la obra de tres artistas que participaron en la muestra. El primero es Jerónimo Hagerman (México, 1967 – 2023), a quien expresamente invité para intervenir el McNichols Building con un proyecto sitio específico, pensando en las instalaciones vegetales: invasiones y situaciones construidas a partir de plantas y otros elementos que exploran las maneras en que los seres humanos nos situamos frente a la naturaleza. Jerónimo pasó varias semanas ahí conmigo, caminando las montañas y negociando los términos de una intervención pensada para el espacio público. Su proyecto abordó la idealización del paisaje como parte de nuestro vínculo emocional con la naturaleza. En un gesto de conectar las montañas nevadas que rodean a Denver con las regiones tropicales del continente, propuso “tropicalizar” la fachada del edificio en algo que él describió como “una escenografía encima de otra.” Lime Green Corinthian Over Saturn Dublin –los nombres de todos los elementos que conforman la pieza –, construyó un espacio de luz rosa y “palmeras” que daba la bienvenida a la exposición, y que transformó el edificio durante los meses que duró la bienal.

Cortesía de La Bienal de las Américas.

Cortesía de La Bienal de las Américas.
Felipe Mujica (Chile, 1974), con quien trabajé por primera vez para esta muestra, desarrolló una instalación en el tercer piso del edificio alrededor de la idea de display, utilizando una serie de cortinas, que es un elemento alrededor del cual ha construido todo un cuerpo de obra: piezas de tela cosidas o bordadas a partir de dibujos que realiza en diálogo con el arte abstracto modernista. En Untitled, una serie de cortinas flotaron en las salas de exposición delimitando nuevos espacios para otras obras –colaboraciones en potencia, tensiones –, de tal modo que este fondo o backdrop (un concepto que empezó a interesarme mucho) se convirtió en un nuevo entorno para las otras obras en la exposición. Puede decirse que sus obras construyen relaciones entre lugar, espectadores, la historia del arte y las obras, resituando la independencia del artista individual en favor de una comunidad artística. Su instalación trajo al proyecto discusiones sobre los límites imaginarios y territoriales, así como sobre la superposición de discursos.
En contraste, la obra de Brigida Baltar (Brasil, 1959 – 2022) es una forma de abordar el paisaje desde una escala íntima, de absoluta fragilidad. Conocí a Brigida en Brasil y quedé cautivada por la manera en la que su trabajo se centra en los universos de lo femenino, lo doméstico y la intimidad, desde una perspectiva de la naturaleza siempre cambiante de la vida. Para la exposición, instaló en el espacio —junto a las cortinas de Felipe y frente a las ventanas por donde se colaba la luz rosa de la obra de Jerónimo, desde donde se veían las montañas a lo lejos— una serie de esculturas pequeñas: montañas hechas con sus manos y construidas a partir del polvo de ladrillos de su casa que había raspado pausadamente. En Polvo y paisaje la escala se convertía, así, en dimensiones múltiples de interactuar con el lugar en donde habitamos. A estas montañas las acompañó una pieza en el piso hecha también de polvo de ladrillo con el que la artista dibujó el patrón de un papel tapiz floreado.

Cortesía de La Bienal de las Américas.

Cortesía de La Bienal de las Américas.
Cada proyecto viene con una comisión de por medio, con un encargo, un deseo, un tema, interés particular, o simplemente reglas o características dadas por un contexto o un espacio. En este caso, la petición para mí fue realizar una exposición en la que se abriera el diálogo desde las prácticas artísticas entre el norte, el centro y el sur del continente. Además, existía un interés particular de la ciudad por incluir artes visuales, diseño y arquitectura. Sobre la naturaleza de las cosas es un texto del poeta y filósofo romano Lucrecio, escrito en el siglo I a.C., que leí por esas fechas. En el centro de su argumento están las fuerzas naturales como principio constitutivo del universo, en contraste con las fuerzas sobrenaturales. Me pareció, ante todo, un problema de percepción: la manera en que percibimos el mundo y le damos sentido. El título fue lo primero que apareció. Tenía, entonces, un punto de partida.
Una bienal es siempre un viaje. Chus Martínez dice que generalmente no somos muy buenos escuchándonos unos a otros, y esa es precisamente la razón por la cual cree en el poder de las exhibiciones: “Allí, la conversación y la escucha no ocurren entre voces y oídos. Escuchar, en una exposición, es más como nadar en el océano a lo largo de las estaciones: a veces cálido y placentero, otras veces sorprendentemente frío”. A esto, sumo que esa coexistencia de la que habla comienza antes de que una exhibición tome forma: comienza siempre en conversación con algo o alguien, y con la posibilidad en potencia de aquello que puede ser.
Paola Santos Coy
Edición 15

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