01.10.2025
Identidad: Los universos que somos
Itzel Vargas
Felipe Baeza, sentir un entonces y un alli, 2024. Felipe Baeza en la 15 Bienal FEMSA: La voz de la montaña, 2024. Museo de Arte e Historia de Guanajuato, León. Cortesía de Bienal FEMSA. Fotografía: Ramiro Chaves.
Uno de los retos más importantes de la humanidad es ensanchar el planeta, permitir que surjan horizontes de convivencia donde las resistencias y la diversidad de orígenes puedan fluir. Son urgentes la libertad y el derecho a vivir en las diferencias que nos distinguen, en la disidencia, pero también en la posibilidad de asumir cualquier identidad sin jerarquías ni escala de valores y en coincidencia con el bien común.
Sin duda, la identidad es uno de los temas vertebrales en la oferta expositiva a nivel global. ¿Qué entendemos por identidad? Su raíz latina incluye identĭtas,-ātis e idem: el mismo, lo mismo.
Así, la RAE la define como: “Cualidad de idéntico; conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Es inevitable, entonces, pensar en lo individual y lo colectivo. Por un lado, el conjunto de rasgos de una persona que lo distingue de otra se entiende como identidad; por otro, un grupo de individuxs que se diferencia de otrxs también constituye un grupo identitario. Algunos ejemplos de identidades: personal, religiosa, cultural, social, nacional o de género.
La polarización es evidente a nivel global. Líderes políticos de extrema derecha e izquierda gobiernan el mundo mientras en algunas esferas, como la del arte, prevalece la tendencia a abrir espacios a identidades minorizadas durante el curso de la Historia. Son protagonistas de las políticas culturales actuales los pueblos originarios, los grupos plurales fuera de la heteronorma, la negritud y otras colectividades cuyas resistencias por fin han ganado espacios. Su presencia no sólo se ha normalizado en los circuitos del arte, sino que se entiende como una inconveniente omisión no considerarla necesaria, pertinente y obligada.
Felipe Baeza, vista de instalación, Museo de Arte e Historia, Guanajuato Felipe Baeza en la 15 Bienal FEMSA: La voz de la montaña, 2024. Museo de Arte e Historia de Guanajuato, León. Cortesía de Bienal FEMSA. Fotografía: Ramiro Chaves.
Enrique Argote, Vending Machine, 2023.
En el ámbito cultural de nuestro país también existe una preferencia por artistas que en su léxico visual recurren a iconografía prehispánica, sin que necesariamente tengan un vínculo directo con territorios, lenguas o historias determinados: la “identidad indígena” está disponible para quien desee recurrir a su “identidad mexicana”. Todo esto es bien recibido tanto por las instituciones públicas y privadas como por el mercado, y sucede a la par de que el pensamiento decolonial se afianza como una de las teorías más socorridas para construir nuevas estructuras sociales, políticas, económicas y culturales.
La pertinencia de exhibir, estudiar y difundir ciertas propuestas artísticas tendría que determinarse por sus cualidades estéticas, discursivas o formales, su relevancia para la circunstancia actual (y, por lo tanto, su capacidad de detonar pensamientos, reflexiones o emociones significativas). Que la propuesta venga de un creador perteneciente a un pueblo originario aporta una capa extra de significados a los discursos actuales; la paradoja de supeditar la valía del artista a sus rasgos identitarios radica en que el reconocimiento de su trabajo también se circunscribe a esa especificidad.
Los pueblos y comunidades que han sufrido inequidades sistémicas tienen la agencia para expresarse desde la diversidad de rasgos que los distinguen. Sin embargo, es frecuente encontrar discursos artísticos cargados de referencias a culturas originarias como meros elementos conceptuales y formales con los cuales legitimarse. La homogeneización procedente del Estado se asume sin cuestionamientos. Así, un artista nacido en la Ciudad de México reclama sus raíces purépechas, y uno de Baja California alude a la ritualidad de los amuzgos. Finalmente todos somos mexicanos.
Cosa Rapozo, Wildlife Insights (avistamiento del encuentro salvaje), 2024. Cosa Rapozo en la 15 Bienal FEMSA: La voz de la montaña, 2024. Museo de Arte e Historia de Guanajuato, León. Cortesía de Bienal FEMSA. Fotografía: Ramiro Chaves.
¿Cómo fue que al buscar la inclusión dejamos de ser plurales? ¿Se constriñó la mirada al voltear hacia donde no se había mirado? Si cada individux posee una identidad, ¿por qué sólo algunas identidades colectivas merecen ser reconocidas y celebradas?
En México, donde el proyecto nacionalista del Estado es responsable de crear la “identidad indígena”, el contraste con “lo mestizo” posibilita la desigualdad social, política y económica, la opresión que convive con la estructura de castas. Cuando el sistema del arte se propone combatir procesos coloniales –que incluyen la invisibilización de identidades marginadas– sin escapar de esa lógica, es válido preguntarse si está creando otro modo de exclusión para identidades que se diferencian de las anteriores. El condicionamiento en términos identitarios no hace más que prolongar un sistema de segregación. Lo deseable sería apuntar a la multiplicidad y dar cabida a lenguajes artísticos que interpelen los sentidos y el intelecto desde el discurso, la creatividad, la experimentación y el riesgo, independientemente de la biografía de sus creadorxs.
Hace unas semanas conocí a una curadora marroquí que me contó su experiencia reciente: mientras vivía en Marruecos, era frecuentemente invitada a Europa a presentar proyectos, pero al cambiar su lugar de residencia a Berlín vio cómo menguaba el interés en su trabajo. De pronto, su identidad perdió el atractivo que le daba ser foránea. También hace poco, una artista de Bangladesh –que actualmente realiza una residencia en una institución de gran prestigio– me habló de la sensación de desventaja que le da ser heterosexual en un entorno primordialmente cuir: su identidad de género la convierte en una minoría con menos oportunidades.
Por último, pienso en la experiencia reciente de una colega antropóloga mexicana en el sur de Brasil, que fue percibida como indígena y por lo tanto discriminada. Me explicó que algunas facciones de los movimientos negros, en su demanda de reparar el daño estructural al que han sido sometidas, rechazan a quienes consideran indígenas pues no ven lugar para ambas luchas.
Favorecer la pluralidad puede convertirse en un instrumento en contra del poder desmedido, a través del afecto, la empatía y el reconocimiento de la circunstancia de otras realidades, sin escalafones. Debe existir espacio suficiente para la libertad identitaria de todas y todos, y el arte permitirse la creación de muchos mundos mejores: uno solo no es suficiente para la cantidad de universos que somos.
Cosa Rapozo en la 15 Bienal FEMSA: La voz de la montaña, 2024. Museo de Arte e Historia de Guanajuato, León. Cortesía de Bienal FEMSA. Fotografía: Ramiro Chaves.
Itzel Vargas
Es historiadora del arte y maestra en arte contemporáneo, fue Directora y Coordinadora de exposiciones del Museo del Palacio de Bellas Artes; Curadora de Casa del Lago Juan José Arreola y Museo Universitario del Chopo; Jefa de Investigación del Museo de Arte Moderno. Durante 30 años ha colaborado como investigadora, coordinadora y asesora en diversos proyectos culturales.
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